Interracial banda del patio, objeto de mofa, burla y escarnio |
Harta olvidada tenía yo esta cochiquera, este reducto de maldad y de estupidez folletinesca, pero eso se terminó. Mariano y su gesto torcido me han dado fuerzas para seguir adelante.
Cuentan nuestros "mayores", esos de la generación de los 70, principios de los 80, que por aquel entonces la fiesta era sólo una y no más, donde el pachangueo y el bar perroflauta conformaban un único y gigantesco Pangea de sensaciones. Salir de fiesta era sinónimo, fueras donde fueras, de exponerte a un navajazo en el coxis, a una multitudinaria pelea por un "me has mirado mal", o, como bien dice general cobarde, a dejar tu DNI a un gitano a cambio de medio mocho fiado. Eso, dicen, era la fiesta. Pero hoy, todo ello ha ido derivando una serie de innumerables ambientes semi-festivos, un abánico de sensaciones ad mairem sadness gloriam. Como hechos para La ruleta de la suerte. Hoy, la fieshta Erasmus.