Esto lo arreglo yo, desde el ingenio |
En la quinta y última temporada de la superlativa e imprescindible The Wire, Jimmy McNulty tiene una genial idea: crear un monstruo. Pero no se trata de un monstruo cualquiera, si no del monstruo más peligroso de todos, que no es otro que aquel que se alimenta de la histeria colectiva.
Para McNulty, la única forma de hacer que el departamento de policía de Baltimore consiga dinero, y por ende, pueda seguir investigando los innumerables crímenes de la banda del ínclito Marlo Stanfield, es confeccionando un monstruo a la medida de una sociedad podrida y temerosa de Dios y de si misma. Y acertó.
Acertó y no fue fácil. Porque manipular cadáveres de mendigos muertos por causas naturales para crear un falso asesino en serie que pueda atemorizar a la población, no es fácil, y no lo es porque a la población le importan una mierda unos cuantos mendigos muertos. No era suficiente. Pero ¿y si.. añadimos una connotación morbosa y sexual? ¿y si... nos topamos con unos cuántos periodístas ávidos de fama y dispuestos a manipular una historia para darse notoriedad? Entonces.. la cosa cambia. El monstruo crece, su notoriedad se hace manifiesta, la noticia recorre las calles... y esas calles, temerosas, puritanas, buscan culpables, señalan al alcalde que está ahogando a la administración policial con recortes... y entonces el alcalde debe cambiar su política ante el asedio populista que le pide que dé caza al asesino de mendigos, el asesino en serie inventado por un oficial que por lo visto está aterrorizando Baltimore. Porque un asesino en serie es un detalle que un político no puede manipular, es un agente indeseable que mancha su imagen más que millones en recortes, matizables bajo el fino manto de la retórica y la mentira. McNulty lo sabía. Joder si lo sabía.
Y el dinero volvió a fluir para la Policía de Baltimore, porque a la administración política le urgía dar caza a ese bastardo que estaba clavándoles un puñal en la batalla de la imagen. Porque cuando es el poder, la carrera política lo que está en juego, no falta dinero, no faltan recursos, y no se escatima en esfuerzos. El statu quo, esa arma, tan poderosa, tan frágil, tan necesitada de protección.
Al final se descubrió el pastel, obviamente. McNulty, el ebrio ideólogo del plan, se fue a la calle y un pobre diablo se utilizó como chivo expiatorio ante la opinión pública... pero el fin justificó los medios y la mentira dio sus frutos. Verdaderos criminales fueron detenidos gracias al desvío de los fondos que el Ayuntamiento insuflaba para evitar la erosión. Stanfield y su banda cayeron, y Baltimore respiró un poquito, aunque no mucho.
Fueron necesarios tres mendigos para dar tregua a la actividad criminal que asolaba la ciudad, tres mendigos muertos para tocar las teclas necesarias que mueven la codicia del poder político. En España, asolados por una crisis que no se termina, con el contador de parados saliéndose de la tabla y con recortes en innumerables servicios que se presumían, por alguna razón, básicos y adquiridos... harían falta más de mil mendigos, colocados en fila, uno por uno...
Pero no en Moncloa. En Bruselas.
Y si, el simil es una mierda, pero me apetecía escribir cualquier chorrada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario