|
Quién se atreve? eh? Quién? |
Lo de Nadal es un escándalo. No hay tenista en el mundo que realizando un torneo tan irregular sea capaz de plantarse en la final y pintarle la cara al, de momento, mejor tenista de todos los tiempos, salvo él. A base de garra, tesón, corazón y una fuerza mental que para sí la quisieran los mingafrías del balompié.
7-5, 7-6, 5-7 y 6-1, Nadal se lleva su sexto Roland Garros y con ello ya podría perfectamente y de por vida entrar en las instalaciones parísinas como y cuando le venga en gana al grito de "aquí manda mi polla". Es así, no hay más.
Porque lo de Nadal tiene triple mérito. Primero, sobreponiéndose a los constantes varapalos Novakianos de las últimas cuatro finales, segundo, desafiando sus propios temblores en los primeros partidos del torneo, y tercero y no menos importante, soportando a los trisómicos aficionados franceses que se desataban en ovación cada vez que el balear cometía un error no forzado. Aún así, un caballeroso y digno "gracias a este público" final por parte de Nadal, que sonó más a un "gracias por nada, y a cascarla".
Y es que no es del agrado de público francés que un deportista foráneo acapare la gloria de sus prestigiosas citas deportiva. Desde los abucheos a Nadal, hasta el intercambio de insultos con Verdasco (el "peor puto público del mundo", dijo el madrileño en voz alta, con los cojones como globos), pasando por los escupitajos a Lance Amstrong en las cronoescaladas del Tour.
Así, es de agradecer siempre a este monstruo de la raqueta que los franchutes se tengan que comer con patatas toda esa bilis que tienen guardada (para el día que finalmente pierda una final) más el Double HIT COMBO de escuchar el himno de España resonando en París y ver a los François puestos en pie rindiendo pleitesía al bulldog de Manacor.
A este chico, que le nombren Duque y Grande de España, a la voz de ya.